Olfativas Memorias
Por MARCELO:
Luego de pasar la luna con él, y de sus cármicos recuerdos en mi piel, hay algo de que no puedo desprender, es de su aroma.
No es el perfume que usó, sino esa esencia particular que todos poseemos.
Camino y cada perfume se convierte en el de él, como si el aire me lo devolviera en respiros.
De pronto regresan a mi, escenas crepusculares, que mi nariz atrae con intensidad.
Sean fragancias del Asia, China o Europa, mi olfato siempre desembocará en él.
Su piel, fresco suspiro de masculinidad y libido, mezclado con tierra y sudor, hace que nuevamente mi sangre fluya con ferocidad.
Su cuerpo, bello, de roble, color miel, firme y elevado, con sutiles curvas de topacidad que saboreé, por única vez, antes que escapasen de mi.
No sé si es mi don o maldición por probar el fruto prohibido.
Mientras mis demás sentidos se olvidan de él, uno se resiste a perderlo y se aferra a inspirarse en él, por más tiempo, sólo hasta que llegue la próxima noche.
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